UN PAR DE VISITAS INTERESANTES EN CASTELO BRANCO.


Pongamos que vamos circulando por la A-23 y pasando cerca de Castelo Branco. Probablemente la mayor parte de turistas jamás hayan oído nada sobre esta ciudad y seguramente que van a pasar de largo. De hecho no es una ciudad turística y hay una mínima oferta de alojamiento, lo cual denota que tiene poco interés para un viajero.

No obstante, sí merece la pena un ligero desvío para visitar los jardines del Palacio Episcopal, que son de pago (2 euros) y probablemente sean de los jardines más bonitos del continente. Justo enfrente está el imponente parque municipal.

Si viajamos en verano, la salida de la autopista nos lleva directamente al centro comercial Forum, donde tendremos aire acondicionado y podremos comer tranquilamente en la zona de restaurantes a precio contenido y en menos de media hora. El coche queda a la sombra. Si nos vamos al centro ya cuesta algo más de trabajo encontrar aparcamiento y restaurantes.


Por cierto que en estos jardines veremos estatuas de reyes de Portugal y España. No faltan los pequeños estanques y además curiosas estatuas dedicadas a los signos del Zodiaco. También existe una escalinata con más estatuas, en esta ocasión de los doce apóstoles. Y con esto se acaban los encantos de Castelo Branco porque el llamado castillo no es tal sino una muralla con dos torres reconstruidas que no merece el desplazamiento a no ser por las vistas.
No obstante, nos queda una pequeña sorpresa inesperada, nada menos que la superpiscina tipo playa en plan resort de multimillonarios.


Sí, señores, esto existe y lo han hecho en Portugal. Adiós a las piscinas aburridas y masificadas. Es el sueño del proletariado hecho realidad. Nada menos que un piscinón propio de hotel de muchas estrellas en entornos lujosos pero al alcance de los mortales por unos cuatro euros que vale la entrada. Abierto en verano, por supuesto. Merece la pena una parada.

Finalmente comentar que de vez en cuando es conveniente visitar ciudades no turísticas, de esas sin tiendas de recuerdos ni paseos en tuk-tuk ni terrazas para desplumar a propios y extraños. Castelo Branco es una ciudad muy portuguesa, de lo más auténtico, con una alta calidad de vida, espacios públicos de alto nivel para disfrute de sus ciudadanos, limpieza obsesiva y un urbanismo de lo más interesante, sin estridencias. En homenaje a Castelo Branco recomiendo ver este video que nos ilustra sobre cómo podría ser la vida en nuestros lugares de residencia.



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